A veces se me ocurre que la vida es como una gran casa con muchas habitaciones. Y que todo depende de nuestro timing en entrar y salir de esas habitaciones. Como cuando estas en una fiesta excelente, pero sabes que tenes que irte ni bien termina el carnaval carioca. No sirve quedarse para el desayuno, la pata, etc, etc, porque lo mejor ya paso, y no va a volver.
Asi es que estoy en esta habitacion divina, pasandola barbaro, y de pronto, pasa algo que me avisa que tengo que irme. Pero suelo dar vueltas antes, y no me resigno a perderme de nada. Quiero estar a full hasta el ultimo minuto, pero como no siempre depende de mi, no hay nada que hacer, mejor irse. Entonces camino hasta la puerta, lentamente, mirando alrededor para ver si hay algo o alguien que me hace un gesto, o me tira una palabra para que me quede... pero no hay nada ni nadie, solo yo y mis ansias, que guardo en mi cartera para la proxima vez, y ahi si, con paso decidido me encamino hacia la salida. Pongo la mano en el picaporte, miro una ultima vez hacia atras, rememoro todo lo lindo y divertido y excitante, y abro la puerta, y salgo.
Y no siempre pasa que entro enseguida a otra habitacion. Quizas me toca vagar por algun pasillo, algo perdida, sin saber muy bien para donde ir. No tengo un plan claro asi que deambular un poquito no me viene mal. Y siempre se que por mas que la habitacion que deje era tan brillante que me encandilaba, ahora puedo ver mas claro, y que detras de cada puerta hay algo nuevo para descubrir. Y si me pasaron cosas buenas, me pueden seguir pasando. Pero tengo que estar atenta, con la loba dentro de mi bien viva. Y como siempre, sonrio. Es raro, pero no puedo dejar de sonreir.
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