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miércoles, 13 de enero de 2010

Ay, ay, ay!

Vuelvo al tema: como tropezar varias veces con la misma piedra (o similar) y no morir en el intento. Ok, cuando me mando una cagada, y siempre me las mando por ser impulsiva, me siento el peor gusano que hubiera habitado la faz de la tierra. Pero un gusano chiquitito, el maaas chiquitito y detestable. Si, me la rebanco, pero eso no quita que a veces me sienta asi.
Y en el segundo mismo de darme cuenta de la macana, siento que el corazon me da un vuelco. Y ruego por que ese momento no sea, que sea el segundo anterior, y no este de verguenza. Pero eso es imposible. Y pienso, y repienso las veces que me ha pasado esto, y no es lindo. No es gratificante mandarse una cagada, y que otro se de cuenta. Porque si me la mando yo solita, es ya malo en si, pero que haya testigo... eso es oprobio, lisa y llanamente. Y hay explicaciones que dar, y reproches que escuchar, y no hay nada que me puedan decir que ya no me lo haya dicho yo miles de veces. Y enfrentarse al otro es dificil e ingrato.
Y mientras reflexiono en esto, se que tampoco fue una hecatombe mundial, ni siquiera personal, que no lastime a nadie, que quizas fue un error pelotudo, y que con una risa puede quedar como una anecdota que ilustra lo colgada que puedo ser a veces. Si, voy a hacer eso. Me voy a reir. Ojala nos riamos todos.

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